Escribo esto bajo una fuerte tensión mental, ya que cuando llegue la noche habré dejado de existir. Sin dinero, y agotada mi provisión de droga, que es lo único que me hace tolerable la vida, no puedo seguir soportando más esta tortura; me arrojaré desde esta ventana de la buhardilla a la sórdida calle de abajo. Pese a mi esclavitud a la morfina, no me considero un débil ni un degenerado. Cuando hayan leído estas páginas atropelladamente garabateadas, quizá se hagan idea -aunque no del todo- de por qué tengo que buscar el olvido o la muerte.
Fue en una de las zonas más abiertas y menos frecuentadas del anchuroso Pacífico donde el paquebote en el que iba yo desobrecargo capitán cayó apresado por un corsario alemán. La gran guerra estaba entonces en sus comienzos, y las fuerzas oceánicas de los hunos aún no se habían hundido en su degradación posterior; así que nuestro buque fue capturado legalmente, y nuestra tripulación tratada con toda la deferencia y consideración debidas a unos prisioneros navales. En efecto, tan liberal era la disciplina de nuestros opresores, que cinco días más tarde conseguí escaparme en un pequeño bote, junto con varios amigos, con agua y provisiones para bastante tiempo.
Finalmente y después de vagar durante varios días, logramos llegar a una tétrica playa. En realidad sentí más horror que asombro ante el paisaje; pues había en la atmósfera y en la superficie putrefacta una calidad siniestra que me heló el corazón. La zona estaba corrompida de peces descompuestos y otros animales menos identificables que se veían emerger en el cieno de la interminable llanura. "Esto es un desastre ecológico", proclamé a voz en cuello. "Cálmate, niño verde", pronunció con inconfundible voz Pereque, almirante de a bordo. "No puedes decir que es un desastre ecológico sin las pruebas suficientes, a riesgo de que te quieras volver un ecoterrorista. Algo así sucedió en lejanas tierras a éstas, en el país de Taralandia, donde un grupo de imbéciles conocidos como Frente de Liberación Animal hicieron explotar artefactos para "defender" a los animales. Claro que esto ocurrió en una de sus aldeas más incultas, esperemos que no suceda muy seguido". Después dijo algo más que me resultó ininteligible ya que continuaba en mi estado de terror.
Ya he dicho que la ininterrumpida monotonía de la ondulada llanura era fuente de un vago horror para mí; pero creo que aumentó cuando llegué a lo alto del monte y vi, al otro lado, una inmensa sima o cañón, cuya oscura concavidad aún no iluminaba la luna. Me pareció que me encontraba en el borde del mundo, escrutando desde el mismo canto hacia un caos insondable de noche eterna. En mi terror se mezclaban extraños recuerdos del Paraíso perdido, y la espantosa ascensión de Satanás a través de remotas regiones de tinieblas.
De repente, me llamó la atención un objeto singular que había en la ladera opuesta, el cual se erguía enhiesto como a un centenar de yardas de donde estaba yo; objeto que brilló con un resplandor blanquecino al recibir de pronto los primeros rayos de la luna ascendente. No tardé en comprobar que era tan sólo una piedra gigantesca; pero tuve la clara impresión de que su posición y su contorno no eran enteramente obra de la Naturaleza. Me invadió un vago horror sagrado y dije que debíamos respetar lo creado y labrado ahí, porque lo desconocíamos. Cuando transmití mis pensamientos a mis compañeros y viéndome como quien ve a un loco, Tork, con su natural delicadeza y suavidad, me espetó un "no mames". A continuación me explicó que las ideas per sé no tiene por qué ser respetadas, sobre todo cuando afectan la integridad de las personas. "Sobre todo, cuando se trata de ideas preconcebidas, como las que rodean el mito de que los curas son los únicos acosadores en la iglesia". A pesar de tan sabias elucubraciones, yo seguía muerto de miedo.
Entonces, de repente, lo vi. Tras una leve agitación que delataba su ascensión a la superficie, la entidad surgió a la vista sobre las aguas oscuras. Inmenso, repugnante, aquella especie de Polifemo saltó hacia el monolito como un monstruo formidable y pesadillesco, y lo rodeó con sus brazos enormes y escamosos, al tiempo que inclinaba la cabeza y profería ciertos gritos acompasados. Creo que enloquecí entonces. Mis compañeros, sin embargo, me impidieron huir; resultó que estaban muy divertidos. Me informaron tiempo después que en realidad se trataba del líder del Frente de Liberación Animal, que por casualidad había quedado varado en ese inhóspito lugar también. Yo solamente atinaba a responder "blasfemia, blasfemiaaaa....", mientras Pereque decía "ah, sí; el día internacional de la blasfemia es hoy, me sorprende que lo recuerdes" a lo que Tork contestó "de hecho hace unos días se realizó la marcha atea, hubieses visto que divertido fue". A tan blasfemas palabras, yo deduje que mis compañeros habían enloquecido. Cuando salí de las sombras, estaba en un hospital de San Francisco; me había llevado allí el capitán del barco norteamericano que había recogido nuestro bote en medio del océano. Hablé de muchas cosas en mis delirios, pero averigüé que nadie había hecho caso de las palabras. Los que me habían rescatado no sabían nada sobre la aparición de una zona de fondo oceánico en medio del Pacífico, y no juzgué necesario insistir en algo que sabía que no iban a creer. Mis compañeros me abandonaron tildándome de loco. Un día fui a ver a un famoso científico, y lo divertí haciéndole extrañas preguntas sobre la antigua leyenda filistea en torno a Dagón, el Dios-Pez; me explicó detenidamente por qué la existencia de un ser semejante no podía ser posible, dados los procesos evolutivos existentes en la naturaleza. "Lo que usted me menciona son sólo afanes creacionistas". Cuando insistí en mi teoría, otro científico presente me espetó: "las teorías científicas tienen bases, no es como la suya que se trata de un montón de dislates". Me retiré de ahí cabizbajo.
He intentado olvidarlo con la morfina, pero la droga sólo me proporciona una cesación transitoria, y me ha atrapado en sus garras, convirtiéndome irremisiblemente en su esclavo. Recurrí a los sabios consejos de un amigo, quien me sugirió que buscara ayuda pisquiátrica; pero en todas las ocasiones fui objeto de chantajes y burlas a manos de farsantes. Muchas veces me pregunto si no será una fantasmagoría, un producto de la fiebre que sufrí en el bote a causa de la insolación, cuando escapé del barco de guerra alemán. Me lo pregunto muchas veces; pero siempre se me aparece, en respuesta, una visión monstruosamente vívida. Pienso en el día que emerjan de las olas, y se lleven entre sus garras de vapor humeantes a los endebles restos de una humanidad exhausta por la guerra... en el día en que se hunda la tierra, y emerja el fondo del océano en medio del universal pandemónium.
Se acerca el fin. Oigo ruido en la puerta, como si forcejeara en ella un cuerpo inmenso y resbaladizo. No me encontrará. ¡Dios mío, esa mano! ¡La ventana! ¡La ventana!
P.D. Espero que esta emisión el circo del absurdo les haya gustado. Como pueden ver, es un festival de blogs escépticos, con las ligas correspondientes al tema que estoy mencionando. El cuento que parafraseé y desmadré es "Dagón", de H. P. Lovecraft. Si quieren conocer el original, dense la vuelta por aquí.
P.D.2 Gracias a todos los que participaron enviando sus entradas. Nos vemos a la próxima. Beban mucho alcohol y usen drogas duras. Gracias.
P.D.3 Si, ya sé que no he contestado los comentarios anteriores... júroles por Dagón que entre hoy y mañana lo hago, me cae. Ya les debo dos posts.
Fue en una de las zonas más abiertas y menos frecuentadas del anchuroso Pacífico donde el paquebote en el que iba yo de
Finalmente y después de vagar durante varios días, logramos llegar a una tétrica playa. En realidad sentí más horror que asombro ante el paisaje; pues había en la atmósfera y en la superficie putrefacta una calidad siniestra que me heló el corazón. La zona estaba corrompida de peces descompuestos y otros animales menos identificables que se veían emerger en el cieno de la interminable llanura. "Esto es un desastre ecológico", proclamé a voz en cuello. "Cálmate, niño verde", pronunció con inconfundible voz Pereque, almirante de a bordo. "No puedes decir que es un desastre ecológico sin las pruebas suficientes, a riesgo de que te quieras volver un ecoterrorista. Algo así sucedió en lejanas tierras a éstas, en el país de Taralandia, donde un grupo de imbéciles conocidos como Frente de Liberación Animal hicieron explotar artefactos para "defender" a los animales. Claro que esto ocurrió en una de sus aldeas más incultas, esperemos que no suceda muy seguido". Después dijo algo más que me resultó ininteligible ya que continuaba en mi estado de terror.
Ya he dicho que la ininterrumpida monotonía de la ondulada llanura era fuente de un vago horror para mí; pero creo que aumentó cuando llegué a lo alto del monte y vi, al otro lado, una inmensa sima o cañón, cuya oscura concavidad aún no iluminaba la luna. Me pareció que me encontraba en el borde del mundo, escrutando desde el mismo canto hacia un caos insondable de noche eterna. En mi terror se mezclaban extraños recuerdos del Paraíso perdido, y la espantosa ascensión de Satanás a través de remotas regiones de tinieblas.
De repente, me llamó la atención un objeto singular que había en la ladera opuesta, el cual se erguía enhiesto como a un centenar de yardas de donde estaba yo; objeto que brilló con un resplandor blanquecino al recibir de pronto los primeros rayos de la luna ascendente. No tardé en comprobar que era tan sólo una piedra gigantesca; pero tuve la clara impresión de que su posición y su contorno no eran enteramente obra de la Naturaleza. Me invadió un vago horror sagrado y dije que debíamos respetar lo creado y labrado ahí, porque lo desconocíamos. Cuando transmití mis pensamientos a mis compañeros y viéndome como quien ve a un loco, Tork, con su natural delicadeza y suavidad, me espetó un "no mames". A continuación me explicó que las ideas per sé no tiene por qué ser respetadas, sobre todo cuando afectan la integridad de las personas. "Sobre todo, cuando se trata de ideas preconcebidas, como las que rodean el mito de que los curas son los únicos acosadores en la iglesia". A pesar de tan sabias elucubraciones, yo seguía muerto de miedo.
Entonces, de repente, lo vi. Tras una leve agitación que delataba su ascensión a la superficie, la entidad surgió a la vista sobre las aguas oscuras. Inmenso, repugnante, aquella especie de Polifemo saltó hacia el monolito como un monstruo formidable y pesadillesco, y lo rodeó con sus brazos enormes y escamosos, al tiempo que inclinaba la cabeza y profería ciertos gritos acompasados. Creo que enloquecí entonces. Mis compañeros, sin embargo, me impidieron huir; resultó que estaban muy divertidos. Me informaron tiempo después que en realidad se trataba del líder del Frente de Liberación Animal, que por casualidad había quedado varado en ese inhóspito lugar también. Yo solamente atinaba a responder "blasfemia, blasfemiaaaa....", mientras Pereque decía "ah, sí; el día internacional de la blasfemia es hoy, me sorprende que lo recuerdes" a lo que Tork contestó "de hecho hace unos días se realizó la marcha atea, hubieses visto que divertido fue". A tan blasfemas palabras, yo deduje que mis compañeros habían enloquecido. Cuando salí de las sombras, estaba en un hospital de San Francisco; me había llevado allí el capitán del barco norteamericano que había recogido nuestro bote en medio del océano. Hablé de muchas cosas en mis delirios, pero averigüé que nadie había hecho caso de las palabras. Los que me habían rescatado no sabían nada sobre la aparición de una zona de fondo oceánico en medio del Pacífico, y no juzgué necesario insistir en algo que sabía que no iban a creer. Mis compañeros me abandonaron tildándome de loco. Un día fui a ver a un famoso científico, y lo divertí haciéndole extrañas preguntas sobre la antigua leyenda filistea en torno a Dagón, el Dios-Pez; me explicó detenidamente por qué la existencia de un ser semejante no podía ser posible, dados los procesos evolutivos existentes en la naturaleza. "Lo que usted me menciona son sólo afanes creacionistas". Cuando insistí en mi teoría, otro científico presente me espetó: "las teorías científicas tienen bases, no es como la suya que se trata de un montón de dislates". Me retiré de ahí cabizbajo.
He intentado olvidarlo con la morfina, pero la droga sólo me proporciona una cesación transitoria, y me ha atrapado en sus garras, convirtiéndome irremisiblemente en su esclavo. Recurrí a los sabios consejos de un amigo, quien me sugirió que buscara ayuda pisquiátrica; pero en todas las ocasiones fui objeto de chantajes y burlas a manos de farsantes. Muchas veces me pregunto si no será una fantasmagoría, un producto de la fiebre que sufrí en el bote a causa de la insolación, cuando escapé del barco de guerra alemán. Me lo pregunto muchas veces; pero siempre se me aparece, en respuesta, una visión monstruosamente vívida. Pienso en el día que emerjan de las olas, y se lleven entre sus garras de vapor humeantes a los endebles restos de una humanidad exhausta por la guerra... en el día en que se hunda la tierra, y emerja el fondo del océano en medio del universal pandemónium.
Se acerca el fin. Oigo ruido en la puerta, como si forcejeara en ella un cuerpo inmenso y resbaladizo. No me encontrará. ¡Dios mío, esa mano! ¡La ventana! ¡La ventana!
P.D. Espero que esta emisión el circo del absurdo les haya gustado. Como pueden ver, es un festival de blogs escépticos, con las ligas correspondientes al tema que estoy mencionando. El cuento que parafraseé y desmadré es "Dagón", de H. P. Lovecraft. Si quieren conocer el original, dense la vuelta por aquí.
P.D.2 Gracias a todos los que participaron enviando sus entradas. Nos vemos a la próxima. Beban mucho alcohol y usen drogas duras. Gracias.
P.D.3 Si, ya sé que no he contestado los comentarios anteriores... júroles por Dagón que entre hoy y mañana lo hago, me cae. Ya les debo dos posts.